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El saltarín alitorcido canta con sus alas. Los científicos estudian el extraño comportamiento del ave.

El saltarín alitorcido canta con sus alas. Los científicos estudian el extraño comportamiento del ave.

Contemplar un saltarín en acción es asistir a un espectáculo de canto y baile en medio del bosque tropical. La mitad de las 40 especies conocidas producen música utilizando alguna parte de su cuerpo, y en el momento del cortejo los machos ejecutan maniobras coreográficas que recuerdan el moonwalk de Michael Jackson.

Charles Darwin describió el saltarín en El origen del hombre (1871): «La diversidad de sonidos […] y la diversidad de medios para producir dichos sonidos son muy notables. Así nos hacemos una idea de su importancia para los fines sexuales». Sin embargo, se ha tardado más de un siglo en descubrir el mecanismo de semejante producción musical.

Solo unos cuantos ornitólogos se dedican al estudio del saltarín alitorcido, que habita en Colombia y Ecuador. Y probablemente no haya nadie que esté más en sintonía con estas pequeñas aves que Kim Bostwick. Conservadora de aves y mamíferos del Museo de Vertebrados de la Universidad Cornell, en el estado de Nueva York, ella fue quien desentrañó el misterio del saltarín alitorcido macho, un ejemplo destacado entre los saltarines: es la única especie que emplea las plumas para generar un tic-tic-ting con la esperanza de que las hembras caigan rendidas a sus pies.

Los científicos sabían que las alas eran la fuente del sonido, pero ignoraban cuál era exactamente el proceso para producirlo. Para resolver el misterio, Bostwick grabó los movimientos de los pájaros con una videocámara que registraba mil imágenes por segundo, más de 30 veces más rápida que una cámara convencional. Al ver el vídeo a cámara lenta descubrió que el ave golpeaba sus plumas entre sí a razón de 107 veces por segundo. Tras examinar las plumas secundarias en el laboratorio, la ornitóloga observó que en cada ala había una pluma especializada con siete rugosidades diferenciadas. La quinta pluma fricciona contra la pluma rugosa actuando como un plectro –en terminología musical, la púa de una guitarra– para alcanzar la asombrosa frecuencia de 1.500 ciclos por segundo (7 rugosidades, pulsadas dos veces cada una, es igual a 14, que multiplicado por 107 nos da 1.498). El resultado es un tono parecido al de un violín, entre un fa sostenido y sol.

En el mundo hay casi 10.000 especies de avifauna, pero ninguna otra produce sonidos de este modo, frotando partes de su cuerpo (aunque los grillos hacen algo parecido).

La densidad ósea parece ser un elemento clave. En un artículo que se publicará a lo largo de este año, Bostwick y sus colegas describen cómo al realizar microtomografías computarizadas de las alas del saltarín descubrieron que los huesos son macizos. La mayoría de las aves los tienen huecos, lo que les da ligereza y les facilita el vuelo. Los pesados huesos del saltarín, dice Bostwick, probablemente hayan evolucionado para soportar el golpeteo de las plumas grandes. Pero lo que quiere saber es cómo este pájaro de nueve centímetros es capaz de cargar con semejante peso al volar. ¿Cómo se las arregla con el «increíble coste energético y con las leyes físicas del vuelo»? Estos son los siguientes misterios del saltarín que hay que resolver.

 

Artículo sacado de la revista National Geographic: http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/ng_magazine/reportajes/7417/virtuoso.html#gallery-3

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